Paradigmas futbolísticos de hoy en día.

03.09.2019 00:16 de MAROGAR .   ver lecturas

           En el fútbol, estamos en la época de los modelos, de las fórmulas inamovibles, de los métodos infalibles, del comentario de muchos aficionados criticando a los equipos de una manera insolente con la frase matancera: “No saben a lo que juegan”. Hay muchas filosofías de andar por casa manejadas por aficionados tuiteros y periodistas de relumbrón, pero siempre la verdadera es la que uno mismo idea, o sea, hay tantas filosofías como ciudadanos. Las opiniones siguen sin contrastarse, para qué si la única y verdadera es la mía; hay excesos de ideas fijas aprendidas del periodista exhibicionista con bufanda y camiseta;  se constata un suicida desprecio por el dinero que administran los directivos mientras que los aficionados quieren dárselo a manos llenas a la figura de turno; se sigue prodigando el culto al individualismo que fabrica “becerros de oro” mientras que existe fuga de gestos colaborativos para hacer equipos… El fútbol, para mí, está en regresión en su concepción del hecho deportivo, los sucesos de fútbol cuentan más que las políticas bien ejecutadas y lo de menos es el hecho de jugar éticamente por la victoria. Asistimos a tertulias de radio y televisión donde el mayor mérito de algún contertulio es que cada día diga la mayor barbaridad sobre cualquier tema de actualidad, por supuesto lo de menos será el rigor; lo más importante será la propagación de la mayor exageración, y lo menos significativo será si se han contrastado las fuentes o la información para que, mínimamente, tenga visos de cierta verdad. Un paradigma lleno de detalles verduleros…

            En la Liga 2019/20 ya comenzó a transcurrir el calendario, tres jornadas, y todavía el día 2 de setiembre se seguían haciendo cábalas sobre fichajes grandiosos, en este caso de los equipos punteros. Vi jugar por televisión al Betis contra el Leganés y me encantó el nivel de los equipos y el carácter de muchos de sus jugadores, curiosamente estos equipos no han aparecido en los papeles ni en las ondas consecuencia de fichajes fallidos, o de traspasos memorables, etcétera. Y así la mayoría de los equipos en liza. Sin embargo, ha sido agobiante el envenenamiento del ambiente con la posibilidad de que Neymar fichase por Barcelona o Real Madrid. Todos los días de los dos últimos meses un serial de “mentirijillas” cruzadas que variaban según la firma o el medio, hasta el punto que se podía pensar que todo fue un relato ficticio por necesidades comerciales de los medios periodísticos, fue lo más parecido a una realidad inventada. Claro que, quizás, el Barcelona tuvo necesidad de montar un teatro para dar satisfacción a su “dios” particular y hasta se dejó televisar todos y cada uno de sus movimientos en París. Definitivamente, el proceso de vigencia de un mercado de futbolistas debe ordenarse, de una vez por todas, tanto en España como en el resto de países. Es impresentable que un futbolista pueda haber debutado en la primera jornada con un equipo y por razones equis el cuarto partido de Liga pudiera jugarlo con otro equipo de la misma competición. Este paradigma es un auténtico dislate.

            Últimamente, durante casi un mes, me “peleé” amablemente con algún “tuitero” porque el comentario “No saben a lo que juegan” me molesta sobremanera porque es una opinión “fofa”, sin contenido real, sin fundamento, sin que nadie sepa a qué se juega normalmente. Claro, enseguida aflora el dicho de Cruyff que plasmé en mi anterior libro “Fútbol: Una pugna indescifrable”: Hay muchos que pueden decir que un equipo juega mal.  Hay pocos que puedan decir por qué juega mal. Y hay poquísimos que puedan decir lo que hay que hacer para que juegue mejor”. Sin embargo, la crítica mal intencionada hace mucho daño a los profesionales y es impropia de personas que no disponen de un conocimiento avanzado del juego del fútbol. Alguno me dijo que “Entonces no podemos opinar de nada”, a lo que yo les contestaba que opinar no debe prohibirse a nadie, lo que no es de recibo es que se emitan opiniones como si fueran “sentencias”. Por otra parte, las opiniones deben formularse con un compromiso y una responsabilidad ética, la crítica por la crítica solo sirve para mostrar frustraciones incontroladas. Comenté a su vez que conduzco coches desde hace muchos años, muchos kilómetros y muchas rutas, pero nunca se me ocurriría “criticar” a Fernando Alonso por sus derrotas y nunca se me ocurriría aconsejar método ninguno para aplicar a sus carreras de “Fórmula 1” u otras modalidades. 

Cualquier equipo, por débil que fuere, siempre sabe a lo que juega, otra cuestión es si sus planes se cumplen o son equivocados, después de que también el equipo contrario aplique sus propias fórmulas competitivas para no perder la contienda. Los jugadores, los entrenadores, llevan muchos años practicando el juego, ensayando, compitiendo, ganando y perdiendo. Cualquier duda sobre sus conocimientos profesionales resultan insultantes por no concederles, al menos, un mínimo de sabiduría futbolística. Acertarán o fallarán, pero ningún jugador o entrenador es ignorante de su profesión. Por supuesto, cualquier aficionado neófito en la materia no debiera valorar aspectos técnico-tácticos del juego o de las cualidades mentales, actitudinales, de un equipo o de un jugador, como mucho se podrán emitir juicios de “me gusta”; o “no me gusta”; incluso algunas razones mundanas para transmitir ese veredicto. Personalmente, nunca admitiré una crítica ofensiva y desmesurada. los juicios ofensivos que conculcan aspectos de su vida privada, o su profesionalidad práctica u otros estados de ánimo, los medios periodísticos o los aficionados deben reflexionarlo como a ellos no les gustaría tampoco ser “cabezas de turco”.

            Con todo, hay un paradigma futbolístico que debe ponernos a todos de acuerdo: ¡Todo en el fútbol gira en torno al balón!  Este ordena en su entorno a los jugadores, a las pequeñas sociedades que cooperan entre sí; la velocidad y el ritmo del juego tiene un motor fundamental, la pelota; tener el balón parece fundamental, pero es mucho más sabio saber hacer lo más positivo cuando la pelota es nuestra. En mi primer libro “La Ignorática y el fútbol” insistía yo que el balón es la brújula. “El balón es el norte, es un elemento neutral para los dos equipos, su posesión es la razón de ser de este juego, con él pasarán siempre cosas distintas, que si no lo tenemos y el partido de fútbol será diferente en función de su mejor o peor administración”; “Un determinado jugador pudiera llegar a entrar en contacto con el balón unas 120 veces como máximo en un partido. Cada contacto puede durar unos dos segundos. Del conjunto de acciones, el 35% pueden ser pases, el 20% sería el número de tiros y el resto, un 8%, se cubriría entre fueras de banda, golpes francos, saques de esquina, etc.”; “No obstante, esos equipos que ceden el balón y el espacio para después, cuando lo recuperan, salir en estampida hacia la portería contraria, tratando de llegar muchas veces y marcar gol en un contraataque ideal, también necesitan del balón para culminar”.

            Son reflexiones conexas que mantienen el gusto por la práctica del fútbol en el que siempre el balón está presente: “Considere al equipo como una molécula: una célula completa que comprende once átomos. Las conexiones que enlazan a estos átomos son los pases: cambian constantemente pero siempre ligan a los once átomos separados para que integren una sola molécula. En el momento mismo en que uno de estos pases falla o sale desviado, la molécula se fractura como un todo, aparecen huecos y la estructura se debilita. A menos que se repare el daño con rapidez, la molécula se deshace” (Dave Sexton). 

            Definitivamente, este paradigma es irrenunciable: “El balón tiene que ser el que une, el catalizador, el que rompe los egoísmos”.

            Salamanca, 3 de setiembre de 2019.