Futbolistas incompetentes que se creen brillantes.

24.03.2021 00:00 de MAROGAR .   ver lecturas

“El incompetente siempre se presenta a sí mismo como experto, el cruel como piadoso, el pecador como santurrón, el usurero como benefactor, el mezquino como patriota, el arrogante como humilde, el vulgar como elegante y el bobalicón como intelectual”. (Carlos Ruiz Zafón). 

           M. Victoria S. Nadal escribió el artículo “Cómo lidiar con un trabajador incompetente que cree ser brillante”. Todos en nuestras vidas laborales nos hemos encontrado con personajes de esta catadura. En mi labor profesional anterior despedí a un empleado por individualista redomado, criticaba de manera permanente a sus compañeros tratándolos de incompetentes y rompía los equipos de manera constante. Le dije a la cara: “Mira, en esta empresa los “listos” ya se han ido todos. Nos hemos quedado tan solo las personas “normales” que son amigos y colaboran entre ellos”. Les aseguro que me costó mucho que el interfecto entendiera lo que le estaba trasladando, el personaje en cuestión trató encima de convencerme como si él fuera el modelo a seguir. Al parecer, “quienes experimentan el “efecto Dunning-Kruger” tienen problemas para reconocer sus limitaciones”. Y en muchos equipos de fútbol hay personajes de esta naturaleza que reciben el beneplácito de aficionados y periodistas. 

            La revista científica “Journal of Personality and Social Psychology” mostró que “Cuanto mayor era la incompetencia de la persona, menos consciente era de ella. Al contrario, aquellos trabajadores más competentes y capacitados eran los que, paradójicamente, más tendían a infravalorar sus habilidades”. Porque también existen empleados que sufren el “síndrome del impostor”, son aquellos que nunca se sienten suficientemente aptos para su puesto. Por ejemplo, hay ciertos jugadores que rinden a satisfacción durante años (Recuerden la labor de Lucas Vázquez en R. Madrid) y encima son criticados abiertamente como “protegidos” del entrenador. Lo peor de todas estas situaciones es que los “prepotentes” suelen comportarse muy hirientes con los compañeros e incapaces de aceptar lo bueno de otros. Sin duda, el tiempo soluciona estos casos concretos; y a veces ni el tiempo…

             Un equipo de fútbol es una empresa en sí mismo. Y los rasgos de personalidad influyen en su ambiente interno y en su producción. Todas las secretarías técnicas de los clubs de fútbol tienen un dicho: “Si quieres contratar a un argentino, cómpralo por lo que vale y véndelo por lo que dice que vale”. Vds. se pueden imaginar en un campo de fútbol ese futbolista que, por la necesidad de agradar, pero sin aceptar sus limitaciones, se carga de tareas y funciones aparentando una actividad positiva que encima se le aplaude: “¡Se echó el equipo a la espalda!”. Con el tiempo, descubrimos que es un desempeño desenfocado. Así leemos que Liz Kislik, consultora en los últimos 30 años, vino a decir: “Uno de los problemas de desempeño más frecuentes y agotadores”. En fútbol no es fácil llegar a concretar estas situaciones, pero no quiero esperar más a decir que, a pesar de lo dicho anteriormente, conozco a muchos argentinos muy válidos. 

           Simeone dijo hace dos meses de su centrocampista Koke: “Hace más de lo que debe y debe centrarse más en sus específicos desempeños”. Sin entrar en más disquisiciones. Para mí, Koke es un excelente futbolista con varios años de buen rendimiento para su equipo, pero es verdad que su exceso de celo puede condicionarle. La cuestión es que se tenga la capacidad de ver estos aspectos sin que alguien desde fuera traduzca que “se tolera el trabajo deficiente y puedan desmotivarse”.

          Creo que algunos de mis jugadores de antaño podrían recordar aquella frase que yo utilizaba con alguno de ellos: “No pongas cara de velocidad”, cuando alguien no estaba centrado en un buen rendimiento y me quería equivocar con su “cara de esfuerzo”. O que, ante un fallo evidente en una jugada anterior, se quejaba de cualquier dolor imaginario por lo que me dirigía a él con estas palabras: “Sigue corriendo y luego te quejas en la caseta”. Son situaciones drásticas que tienen sus buenos efectos, tanto para el interesado como para sus compañeros. Sin duda, se corre el riesgo de ser impertinente o de “pasarse de listo”, pero el entrenador conoce estas reacciones en el 99,99% de los casos.

          24.Marzo .2021.