La ilusión de la complicidad. 

22.02.2023 00:00 de  MAROGAR .   ver lecturas

“La belleza es convulsiva o no es nada en absoluto”. (André Bretón).

           Resulta que, buscando con entusiasmo, me encuentro con escritos y razonamientos sobre fútbol que, ojalá, me los hubiera encontrado después del “Mundial Catar 2022” como expresión de la evolución lógica de un Campeonato que aglutina lo mejor de cada casa. Sin embargo, fue de 2016 el artículo de Simón Barnes (BBC Radio 4, 17.  Diciembre. 2016), cuando afirmó “Todo lo que crees saber del deporte es errado: belleza y la ilusión de complicidad”. Y en el primer pie de foto se atrevió a asegurar: “El fútbol: Un ballet espontáneo, una pieza sin autor de arte cinético…”

          O sea, se anticipó seis años a emitir esta entrañable percepción: “A mi abuela le encantaba la belleza. En su propio, muy poco pretencioso estilo, estaba llena de raros impulsos artísticos, al punto que una vez hasta fabricó un cáliz de plata para su iglesia en Birmingham. Y también le encantaba el fútbol: se sentaba en la ventana del piso de arriba de su casa, que daba al parque de King's Heath, también en Birmingham, para ver a la distancia los partidos que ahí se disputaban. "El fútbol estuvo muy lindo hoy", comentaba, a veces, después. Sabía que el objetivo del juego era marcar un gol. Y sospecho que también sabía que, con la excepción del arquero, a los jugadores no se les permitía usar las manos. Pero creo que hasta ahí llegaba su saber”.

          (…) “A ella, el fútbol le gustaba por su belleza. Y el hecho de que los protagonistas del juego fueran jóvenes y atléticos no era un factor relevante en sus consideraciones estéticas, pues estaba demasiado alejada para apreciar esto con alguna intensidad. Más bien, lo que disfrutaba eran los patrones cambiantes de colores: las camisetas rojas, azules y blancas que mezclándose y separándose, moviéndose de acá para allá como en un ballet espontáneo o una pieza sin autor de arte cinético… El deporte es a menudo hermoso. Y su belleza es uno de sus muchos placeres. Y esto es cierto no sólo para los observadores distantes que a menudo no están seguros de las reglas de la competición”.

          (…) “Los aficionados al fútbol, por ejemplo, constantemente están votando por el gol de la semana, o el de la temporada. Y, en estricta lógica, ¿cómo puede ser un gol mejor que otro? Un gol marcado de rebote después de un tiro de esquina cuenta lo mismo que un disparo que se curva majestuoso en la distancia antes de entrar por la escuadra o un gol marcado luego de una coreografía de diez pases: todos valen lo mismo en el marcador. La gente, sin embargo, insiste que algunos goles son más iguales que otros. Y ese es un juicio puramente estético”. De hecho, en alguna ocasión, yo mismo propuse que los goles de penalti valieran la mitad de un tanto para que los árbitros no tuvieran tanto miedo de señalar la pena máxima. Incluso, aventuraba que un gol conseguido de fuera del área de penalti valiera 2 tantos, de esa manera el atrevimiento de los jugadores sería mayor y las defensas se abrirían sin “acularse” hacia su propio portero.

           (…) “La ilusión de la complicidad se trata de una ilusión particularmente vívida, porque uno sabe todo el tiempo que el lanzador en lugar de estar en armonía con el bateador está haciendo todo lo posible para que falle. Pero que el bateador logre aprovechar ese esfuerzo en su beneficio es algo a la vez conceptualmente elegante y tremendamente hermoso en la realidad. El tema es que, para mí, hay dos tipos de belleza física en el deporte. La primera es la belleza puramente incidental, como la de Usain Bolt, el corredor olímpico, o incluso el caballo Dancing Brave, dos ejemplos clásicos de belleza, tanto en reposo como en acción. Pero luego también está la belleza consciente, cuando los atletas son específicamente premiados por la belleza de sus movimientos, como sucedía, por ejemplo, con Roger Federer. Y fue eso lo que hizo ser adorado por todo el mundo: no sólo el haber ganado 17 títulos del Grand Slam, sino haberlo hecho hermosamente”.

           Muchas veces lo he pensado, la elasticidad de la carrera de Maradona era un don natural, porque un futbolista que medía menos de 170 centímetros no podía tener esa amplitud de zancada tan perfecta, esa elasticidad muscular tan pulcra y fluida, esa elegancia proverbial que manifestaba en sus movimientos sin balón. Luego, con la pelota, ya batía todas percepciones estéticas. (…) “Pero, ¿fue hermoso porque se tradujo en victoria?... Aunque es cierto que no en muchos deportes se gana gracias a la presentación, eso no significa que los mismos están desprovistos de impresión artística: “el fútbol ha sido llamado el ballet de los trabajadores” y la gente compara a David Gower y Denis Compton, dos grandes jugadores de críquet, no por el número de carreras que anotaron en sus carreras, sino por la belleza con la que lo hicieron”.

          (…) “¿Cuál es, entonces, la línea de la belleza deportiva? Yo la he visto en los batazos de Gower, en el gol de Ronaldihno contra Inglaterra, en el equipo de rugby siete de Fiyi, en el caballo Desert Orchid, en la forma de correr de Michael Johnson, en el heptatlón de Jessica Enn-Hill, en el patinaje sobre hielo de Katarina Witt, en el dressage de Valegro…También en el trabajo en las barras asimétricas de Svetlana Khorkina, en los saltos de pértiga de Yelena Isinbayeva, en la forma de nadar de Ian Thorpe, en los clavados de Fu Mingxia. Y, una y otra vez, en eventos menores: en futbol en el parque, y a veces incluso en la cancha de Birmingham donde yo fui una de 13 camisetas blancas en movimiento. Puede que hasta haya deleitado a mi abuela…”

           (…) “El deporte es muchas cosas. Y muy a menudo es belleza. A veces, deliberadamente, y a veces como el glorioso subproducto de la búsqueda de la victoria. No en balde en deporte se habla de "ganar jugando feo" como si fuera una contradicción. Y eso es porque, en el fondo, el deporte nos gusta más cuando también es hermoso”.

            22. febrero. 2023.