La gestión emocional y la imaginación.

21.10.2023 00:00 de  MAROGAR .   ver lecturas

"Primero va el ser humano y luego el deportista" (Tony Rham).

           En tiempos acusadamente tecnológicos, ya lo hemos repetido, es fundamental contar mucho más con las cualidades personales de los jugadores. Y valorar la necesidad de apoyarse en las técnicas al uso para mejorar las interrelaciones, fuera y dentro del terreno de juego. Porque, además, estamos asistiendo a unas rotaciones excesivas en las plantillas de los equipos que conlleva a estados de ánimo muy volátiles, demasiado alejados del sentido de pertenencia por cuanto los jugadores cambian con demasiada facilidad y frecuencia de equipo, porque el montante de los contratos y su vigencia es lo que más cuenta al día de hoy.

           Nos apuntó Tony Rham las claves de su propio método en “coaching” deportivo trabajando aspectos mentales: “Esa parte humana es fundamental en el deportista, está en primer lugar antes que los resultados y antes que el deporte en sí”. (…) “Primero tienes que ser un buen ser humano y luego un buen deportista”. (…) “Lo que queremos es un gran ser humano compitiendo, un grupo de personas excepcionales logrando cosas excepcionales. Uno de mis lemas es esta frase del escritor Jean Cocteau: "Lo consiguieron porque no sabían que era imposible". Esa es la actitud para triunfar en la élite".

           A Tony Rham esa parte humana le fascina, no sé si tanto como a mí, y añade que "en el deporte de alto rendimiento hay algo que me parece muy interesante, es que los deportistas de élite, quieran o no, son ejemplo frente a la sociedad”. “Se puede trabajar y mejorar la parte mental de los jugadores, para que incluso en los momentos más difíciles sean impecables, aunque pierdas, que aprendas a gestionar tu frustración, todo esto se puede hacer con la inteligencia emocional". 

           (…) “Si el entrenador de un equipo de fútbol necesita que un centrocampista desarrolle su visión de campo o su inteligencia visual espacial porque tiene que saber dónde está todo el mundo en el campo y hacer muchos pases, uno tiene la misión de trabajar con ese jugador ese tipo de habilidad, de retarlo, de proponerle ejercicios que desarrollen esa capacidad, después probarlo y ver que ha mejorado en esas funciones objetivo… Son diferentes habilidades mentales, cerebrales, cognitivas que tenemos que transferir al deporte en cuestión y que se pueden mejorar, para eso están el “coach” mental, no solo estamos para motivar a los jugadores, como todavía piensan algunos”. 

            Quizás por eso me gustaron las sutilezas de Galder Reguera (17. julio) cuando escribió: “Un día me preguntaste para qué sirve la filosofía. Recuerdo la escena. Estábamos paseando por la orilla de la playa. Tú te interesaste por lo que había estudiado de joven y yo te conté que era licenciado en filosofía. Entonces, torciste el gesto y lanzaste la pregunta: “Y eso, ¿para qué sirve?” Yo me sonreí, porque, usando una expresión futbolera, me la habías dejado botando. “Para no hacer preguntas tan tontas como esa”, te contesté, y los dos nos reímos”.

            Es difícil encontrar entrenadores que no presuman de su “filosofía”, de su manera de hacer, de su “metodología” (Y lo dicen con la boca llena y casi cerrando los ojos). Pero el concepto lo utilizan como algo consolidado, inamovible, sin posibilidad de cambiar de criterio en alguna ocasión. (…) ”Después intenté responderte bien. Dije que se suele hablar de la filosofía como una colección de saberes inútiles, pero que yo no estaba de acuerdo. Te expliqué que sospechaba que en mi vida laboral me había sido de gran ayuda, pero que lo fundamental es que la filosofía sirve para no dar nada por sentado. Filósofo es quien, observando a su alrededor, es capaz de comprender la extrema improbabilidad del estado de cosas que le rodean y, en el mismo movimiento, el precario equilibrio que lo sustenta. Recuerdo que nos quedamos los dos en silencio, con la mirada en el horizonte, que tú murmuraste algo sobre lo maravilloso que es observar el océano en calma y que yo tomé una frase que leí en un cuento de Pedro Zarraluki para estropear el momento diciendo: “Si al mar le quitas el misterio, se queda en agua salada”.

           (…) “Si te sorprendes pensando en algo que no sea el bote de la pelota es que estás fuera del partido, y en nada te sacarán del campo”, explicaste… “Dijiste que envidiabas a esos compañeros de equipo que parecía que lo hacían todo siempre a la primera, como guiados por un instinto, sin pensar, y además lo hacían bien. Matizaste que no te referías solo al terreno de juego (desmarcarse hacia un espacio, un control orientado, esas cosas), sino también al vestuario, a las relaciones sociales, a la vida…”

           (…) “… al despedirnos dijiste que lo que en realidad no servía para nada era el fútbol y que la gente debería admirar a médicos y bomberos y científicos, no a vosotros. Yo negué con la cabeza y te acusé de demagogo. “Por supuesto que sirve”, te dije, y te conté que los goles de nuestro equipo hacen feliz a mucha gente, a mí al menos. Es una felicidad momentánea, pasajera, efímera, sí, pero qué maravilla es sentir a veces un chute de alegría. E intenté reconciliar al futbolista con el filósofo apuntando que esa felicidad dura mucho más cuando sabes que quien la hace posible es uno de los nuestros, un hombre o mujer con los pies en el suelo y preocupado por los demás, un Sócrates, alguien como tú”.

           ¡Qué interesante! A mí el fútbol siempre me sirvió de mucho y eso que con 18 años dejé la práctica “profesional” por lo que después fue mi profesión habitual. Porque la base de mi personalidad la aprendí en los entrenamientos, en los partidos, en las convivencias con mis compañeros, en los partidos perdidos más que en los ganados, etc. 

          Y fue muy emocionante… 

          21. octubre.2023.